Yo no sé con certeza qué hacer
cuando al barrer mi patio encuentro un caracol muerto.
Considero que la velocidad de la caída del molusco es directamente proporcional
al daño que el impacto pueda causar en el suelo
y que nadie me negará tal travesía.

Lo que falta es comprobar
si acaso cuando el cascarón crugió bajo mi pie
el crimen había sido ya cometido.

La muerte y la escoba se complementan.